Discurso del delegado del Gobierno, Antón Louro, en la festividad de las Instituciones Penitenciarias

24/09/2010

Hoy celebramos la festividad de Instituciones Penitenciarias. Es un día de fiesta para la gran familia de los Centros Penitenciarios, para los internos, para los funcionarios, para los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad y para todas las asociaciones y voluntarios que colaboran año a año en los diferentes programas educativos y sanitarios.
Un día de celebración que nos sirve para homenajear a aquellas personas que se han destacado en este ámbito. Por un lado, aquellos funcionarios que cumplen 25 años de servicio. Hoy entregaremos esa distinción a ocho funcionarios que han dedicado ya una buena parte de su vida a esta Institución. Por otro, grupos y organismos que han prestado un servicio de apoyo fundamental y desinteresado en A Lama. Ellos son merecedores de las menciones especiales que hoy entregamos: la Fundación Érguete y la Asociación Madro, dedicadas, entre otras tareas, a la inserción laboral y rehabilitación de los reclusos toxicómanos.
Como ya ha dicho la subdirectora de Tratamiento, una persona fundamental en este centro, José Antonio Novoa, su director, recibe hoy en Madrid la Medalla de Oro de las Instituciones Penitenciarias. Conociendo a José Antonio, estoy seguro de que una parte de esta distinción la comparte con todos los internos y con el personal y colaboradores del centro, para los que están y para los que han pasado por este complejo. Junto a él están la Asociación Érguete y el capellán Isaac de Vega, recibiendo respectivamente la Medalla de Plata al Mérito Social Penitenciario, y para ambos quiero hacer un agradecimiento público en este acto.

Como ya he apuntado, el día de la Merced es un día festivo pero también de reflexión. Reflexión sobre lo que hemos hecho y lo que somos pero, sobre todo, una mirada hacia lo que nos espera en los próximos años.
Quisiera destacar que estamos ante un buen sistema penitenciario, que ha mejorado gracias a las inversiones del plan de renovación de infraestructuras penitenciarias, a la orientación reinsertadora que le otorga nuestra Constitución y, sobre todo, a los excelentes profesionales cuyo trabajo no siempre es conocido y casi nunca reconocido.
En estos últimos años hemos tenido que hacer frente al aumento de la población reclusa, un fenómeno no exclusivo de España. Además, hemos tenido que gestionar el incremento de las penas y medidas alternativas de condena que han exigido un sobreesfuerzo de la Administración penitenciaria, que está siendo reforzada y modernizada.
Estamos en ese camino, con la apertura de nuevos centros penitenciarios, centros de inserción social y unidades de madres, además de las secciones abiertas y las unidades de custodia hospitalaria. Por otra parte, desde el año 2004 se han invertido en los centros penitenciarios españoles cerca de 160 millones de euros en labores de reforma, mantenimiento y mejora. De esta cantidad, 30 millones han sido destinados a mejorar los centros penitenciarios de Galicia.
Aunque todos los esfuerzos son necesarios y a pesar de la situación de crisis económica que estamos viviendo, los centros penitenciarios españoles siguen siendo un ejemplo ante el resto de Europa. Un ejemplo de convivencia, de reinserción, de apoyo, como a los internos toxicómanos y enfermos mentales, y de ayuda a las madres presas. Hoy, en el siglo XXI, sigue vigente la máxima de Manuel Montesinos, director de la prisión de Valencia a mediados del XIX: “La prisión solo recibe al hombre, el delito queda fuera”.
Quiero recuperar hoy, aquí, esta máxima, porque tengo la impresión de que la sociedad sigue alejada de los centros penitenciarios. Y debemos huir de la tentación de enfatizar sólo lo malo sin poner en valor los aspectos positivos que, muchas veces, pasan más desapercibidos.
En los últimos años, hemos venido realizando un esfuerzo en mostrar nuestro sistema penitenciario, en hacerlo más transparente. Porque, si bien no están exentos de conflictos, estamos ante unos centros penitenciarios seguros, dotados de más y mejores medios y cuya vocación reinsertadora es hoy, junto a la seguridad, nuestra principal meta.
A Lama es uno de los ejemplos más palpables del desarrollo de esas políticas de tratamiento y reinserción en nuestro modelo penitenciario. Políticas que han traído como consecuencia la implantación de un sistema de trabajo que busca, entre otras, la participación, la actividad y la socialización del interno dentro del centro, así como la intervención sobre las tipologías delictivas y la oferta de actividades, de oportunidades para el momento de la reintegración en la vida en libertad.
En cuanto a la seguridad, hablo no sólo de la seguridad física, sino moral entendida como respeto a la integridad de las personas. Porque, señoras y señores, porque una persona pierda su libertad no deja de ser un sujeto de derechos, personas, y como tal deben ser tratadas.
Esta filosofía se encuentra en A Lama, como ha expuesto previamente la subdirectora de Tratamiento. Este año, junto a la consolidación de programas de tratamiento y actividades persistentes, se ha creado un nuevo módulo de convivencia educativo y se ha hecho una apuesta clara por asistir a aquellos internos con algún tipo de enfermedad mental.
Trabajamos por una seguridad activa que tiene como base el buen quehacer de los funcionarios, a quienes hoy quiero revindicar y más aún, por los sacrificios que os corresponde asumir en este período difícil. Por su alto nivel de profesionalidad e humanidad, son la principal fortaleza de nuestro sistema penitenciario. Así, en este acto quiero reivindicar una mayor consideración de la opinión pública por el trabajo de los funcionarios, empleados y voluntarios de los Centros Penitenciarios.
Para finalizar, reiterar mis felicitaciones a los condecorados, y extenderla al personal, internos y visitantes que comparten hoy con nosotros esta festividad.