Intervención del ministro Jordi Sevilla en la clausura del IV Congreso de Casas Regionales y Provinciales de España
15/04/2007
Domingo 18 de abril, en la Universidad Carlos III de Getafe
Quiero en primer lugar transmitir a la organización de este Congreso mi felicitación por su brillante desarrollo y mi agradecimiento por darme la ocasión de dirigirme a los asistentes con motivo de su clausura.
También quiero destacar la importante colaboración prestada por la Universidad Carlos III, al ceder sus instalaciones, y por el propio Ayuntamiento de Getafe, que ha acogido este evento de forma tan fraternal y entrañable. No creo que existan muchos más municipios tan adecuados como éste para alojar un congreso de las casas regionales españolas.
Getafe es, en su vertiginoso desarrollo y en su pujante vocación de gran ciudad, un magnífico ejemplo de lugar de acogida, integración y progreso para gentes venidas de todas partes de España, y ahora también para personas procedentes de todo el mundo.
Por eso, no es extraño que el consistorio que dirige el alcalde Pedro Castro haya contribuido de una forma tan intensa y decidida en lograr que este IV Congreso de Casas Regionales de España discurriese por la senda del éxito, como así ha sucedido.
También el Ministerio de Administraciones Públicas ha apoyado sin el menor reparo la celebración de este evento, porque considero que es importante dar a conocer mejor lo que han sido, lo que son y lo que van a seguir aportando estas asociaciones al bienestar colectivo y al progreso conjunto de los españoles.
Viendo el extenso temario tratado en este encuentro, cuyas conclusiones van a ser publicadas en colaboración con mi Departamento, se advierte que las Casas Regionales tienen, sí, una interesante historia y un presente activo y diverso, pero sobre todo tienen un gran futuro.
No hay duda de que la imagen asociada en el pasado a las Casas Regionales, que estaba dominada por el folclorismo y la vertiente lúdico-festiva de las particularidades de los pueblos de España, ha impedido que la mayoría de la sociedad perciba adecuadamente el potencial de estas asociaciones.
Aunque creo que, también desde el punto de vista de los hechos diferenciales, es preciso rendir un tributo a estas entidades, pues incluso en tiempos de negación absoluta de la diversidad sirvieron para dar muestras de que España es y ha sido siempre una nación plural.
Y si cada Federación de Casas Regionales ha tenido y tiene la cualidad de ofrecer un contexto donde las señas de identidad han podido ser reconocidas y mantenidas, viviese cada uno donde viviese y viniese de donde viniese, podemos decir que el conjunto de todas las federaciones, plasmado en la Confederación que tan acertadamente y con tan desinteresada dedicación dirigen José Luis Casas y todo su equipo directivo, refleja de manera fidedigna lo que es este país, nuestra pluralidad y, al mismo tiempo, nuestra innegable voluntad de permanecer unidos, con respeto a las distintas identidades que nos conforman y con un mismo sentimiento de igualdad sustancial de todos.
Pero estas asociaciones de carácter privado, con sus 125 años de historia, su más de 1 millón trescientos mil socios, 16.100 voluntarios y 868 casas regionales, repartidas por España y el extranjero, especialmente América y Europa, son algo más que entidades dedicadas al mantenimiento de las peculiaridades identitarias.
Tal y como se ha podido comprobar en este Congreso, la labor de las Casas Regionales surge de una inequívoca vocación de servicio público, con una relevancia indiscutible para una sociedad como la española, acostumbrada en el pasado a masivas migraciones, interiores y exteriores, que generaban la necesidad de disponer de un ámbito familiar cuando se estaba muy lejos de casa.
Para aquellos españoles que tenían que empezar una nueva vida en la gran ciudad, poder encontrar un lugar en el que sentirte como en casa, en el que te ayudasen a instalarte, a convivir entre gente extraña y a integrarte en la sociedad a la que se acudía, tenía un valor incalculable.
Las Casas Regionales fueron, por ello, entidades que ofrecieron importantes servicios a los ciudadanos españoles que tuvieron que desplazarse, una labor que tampoco ha sido suficientemente reconocida y que debemos poner de relieve para hacerle justicia.
Hay que decir también que los municipios, como administraciones con las que estas entidades más estrechamente han colaborado y a las que han sido más útiles, son los que más presencia y relevancia les han otorgado siempre, como se ha puesto de manifiesto en este mismo Congreso.
Pero hoy en día la sociedad española ha cambiado de forma radical respecto a aquella España de la emigración forzosa, siendo ahora un país de inmigración y de acogida de multitud de personas que buscan un trabajo digno y una vida mejor entre nosotros.
De la misma manera, las Casas Regionales están teniendo que cambiar y acomodarse a los nuevos tiempos, para lo que deben encontrar su función en la España actual y seguir ofreciendo esa utilidad que, más allá de las demostraciones folclóricas, siempre han tenido.
Es un reto importante, pero con la perspectiva de los 125 años de historia acumulados y la experiencia consiguiente, yo creo que es seguro que lo vais a superar. Y ello por diversas razones, a las que me referiré brevemente para terminar mi intervención.
Por una parte, creo que las Casas Regionales tienen un futuro prometedor ante una realidad, la española, que sigue siendo tan diversa y plural como siempre, pero que ahora, como sociedad avanzada, va a requerir una importante movilidad, naturalmente voluntaria y por razones profesionales, de muchas personas dentro de nuestro territorio, lo que hará que sigan existiendo colectivos con intereses identitarios comunes en nuestras ciudades, intereses que las Casas Regionales pueden satisfacer.
Por otra parte, cabe decir que la realidad de la emigración española al exterior ha evolucionado también, y a los primeros emigrantes, más ligados a sus orígenes, han sucedido generaciones plenamente integradas en los países de destino, pero también es cierto que en estas generaciones siguen existiendo inquietudes por conservar la identidad de sus padres o abuelos, lo que permite a las Casas Regionales de estas ciudades americanas o europeas poder seguir siendo útiles a muchas personas.
Por fin, la experiencia acumulada por estas entidades, más allá de sus particularidades de origen, las convierte en ejemplos de gran valor para la realidad actual de la inmigración en España, donde existen algunos problemas para hacer compatible de forma armónica el mantenimiento de la identidad originaria y la integración en la sociedad española, una cuestión que las Casas Regionales han ayudado a resolver a los emigrantes españoles durante muchos años.
En este mundo globalizado, donde cada vez más todos seremos de algún sitio, nos habremos formado en varios lugares y trabajaremos en ciudades distintas a lo largo de nuestra vida, poder encontrar vías para sentir que somos, al mismo tiempo, de donde procedemos y de donde estamos, tiene una enorme importancia, y eso es algo que vuestras entidades llevan muchos años ofreciendo.
Creo, por tanto, que hay una función y, por tanto, un futuro relevante para vuestras asociaciones, y además pienso que si sabéis modernizaros adecuadamente, avanzar en la renovación de vuestra imagen, tal y como se ha hablado también en este Congreso, y demostrar a la sociedad española la vigencia de vuestra vocación de seguir siendo útiles, lograréis lo más importante hoy: presencia y valoración social.
En ese empeño podéis contar con todo mi apoyo, y os puedo asegurar que si el entusiasmo y el impulso que están poniendo José Luís de las Casas y su directiva tienen la merecida continuidad, sin duda lograréis vuestros objetivos.
Muchas gracias.