Día Internacional para la Eliminación de la Violencia hacia las Mujeres

Día Internacional para la Eliminación de la Violencia hacia las Mujeres

24/11/2023

Hoy, 25 de noviembre, Día Internacional para la eliminación de la violencia hacia las mujeres, afirmamos muy alto y claro que la lucha contra las violencias machistas es una lucha colectiva que necesita de toda la sociedad. Porque las violencias machistas no son un hecho aislado ni privado. Porque las violencias machistas son uno de los principales problemas de seguridad pública que tiene el país. Porque no son un problema de las mujeres. Son un problema de toda la sociedad.

En las últimas décadas hemos vivido en nuestro país un cambio profundo en el rechazo social a esta violencia estructural contra las mujeres. Para llegar hasta aquí ha habido que poner nombre a las diferentes formas que adopta y señalar todos los ámbitos en que se produce. También ha estado fundamental que tanto las mujeres como los hombres aprendiéramos a identificar los hechos que constituyen violencia machista y, de manera capital, a responsabilizar los agresores en lugar de culpabilizar las mujeres que la sufren por aquello que han hecho o no han hecho.
Este cambio no se ha producido porque sí. Ha sido fruto de una intensa lucha feminista que viene de lejos, en el ámbito social y comunitario, en el ámbito laboral, en el ámbito cultural o en el ámbito deportivo, y que también ha ganado un espacio central a las instituciones políticas y las administraciones públicas. Se destinan más recursos que nunca para los servicios especializados de atención y recuperación de las mujeres y de sus hijas e hijos.


Por eso es inevitable que se nos agoten las palabras de condena y que nos preguntemos con dolor: “por qué no se paran las violencias contra las mujeres?”, “por qué no se acaban los feminicidios?”, o “por qué no dejan de aumentar las denuncias?”.


Tomemos conciencia que con el aumento del rechazo social y la firmeza de la respuesta institucional no hay bastante. No afrontamos un esprint sino una carrera de fondo. Tenemos todavía muy normalizadas actitudes y comportamientos machistas de desprecio, ridiculización, control o dominación hacia las mujeres y sus cuerpos. Y demasiado a menudo todavía costa desprenderse de los estereotipos sobre las víctimas y sobre los agresores, de las dudas sobre la intención de la víctima o superviviente que denuncia la situación de violencia y de la complicidad o camaraderia con el agresor.


Este verano todo el mundo ha podido ver como un hecho ocurrido ante las cámaras y difundido en todo el mundo no era suficiente para obtener en un primer momento una reparación ágil a la violencia vivida. Todo el mundo ha podido ver igualmente que, porque esto pasara, ha estado necesario todo un clamor social de indignación ante la carencia de diligencia de quien tenía la responsabilidad de actuar, de aquellos que aplaudieron unas excusas injustificables, de los que presionaron o cuestionar la reacción de la víctima y de los que fueron blandos en sus comunicados o callaron demasiados días. Todo el mundo ha podido ver igualmente que, con el clamor “#Se haAcabat”, las jugadoras de fútbol no denunciaban solo estos hechos, sino que ponían el foco en un conjunto de desigualdades que hay que dirigir para garantizar la no-repetición y para hacer efectiva la igualdad.


Este es el paso que necesitamos hacer todas y todos cada día para acabar con las violencias machistas. El silencio y la inacción no son respuestas neutrales, sino que apoyan al agresor, a la impunidad y a la reproducción de las violencias. Hay que romper todos los silencios y tener un papel proactivo en la prevención y la detección. Todas y todos somos observadoras y observadores de unas violencias que sufren muchas mujeres de nuestro entorno (familiar, de amistades, laboral, educativo, grupos de redes sociales, espacios de ocio, al transporte público o en la calle) por parte de hombres de nuestro mismo entorno.


Todas y todos podemos evitar que se produzca la violencia interviniendo y denunciando comportamientos agresivos, discriminaciones y desigualdades. Podemos contribuir a establecer estándares sobre que es aceptable y que no lo es en nuestro entorno, podemos ayudar a reconocer comentarios o comportamientos intolerables, incluyendo aquellos discursos negacionistas de las violencias machistas, y empujar así a superar las normas culturales patriarcales de nuestra sociedad. Podemos llamar la atención sobre la situación de violencia porque se pare y exigir en nuestro centro de trabajo, asociación o espacio de ocio que aplique adecuadamente el protocolo que está obligado a tener.


Así mismo, todas y todos tenemos también un papel capital en la respuesta inmediata después de la violencia. Como amiga o amigo, familiar, compañero o compañera de trabajo, vecino o vecina, podemos ayudar a quién lo está sufriendo a identificar los indicios de la violencia sufrida o de los factores de riesgo por su vida. Es especialmente importando apoyarle emocional, ayudarla a superar el miedo, el aislamiento, la vergüenza o el sentimiento de culpabilidad que puede provocar la violencia vivida, asegurándole que no es culpa suya, que somos a su lado y que la podemos acompañar a los servicios especializados que se encuentran en todo el país o llamar al teléfono 016 o al 900 900 120.


Las instituciones políticas del país nos comprometemos a dedicar todos los esfuerzos y recursos necesarios para garantizar el derecho de las mujeres en una vida libre de violencias machistas. Sabemos que hemos trabajado mucho, pero todavía tenemos que hacerlo mucho más: con la diligencia debida, con una respuesta integral y con políticas públicas transformadoras y valientes.


Pero, para erradicar las violencias machistas, es imprescindible la implicación de todo el mundo. Cada cual y cada una de nosotros podemos ser agentes de cambio. Levantamos todas las alfombras, rompemos todos los silencios y tengamos todas las alertas activadas para prevenir, detectar y reparar las violencias contra las mujeres. Tomemos partido para parar de una vez por todas la principal vulneración de los derechos humanos de las mujeres y para acabar con su último responsable: el patriarcado y la ideología machista que lo sustenta.