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Intervención de José Manuel Rodríguez Uribes en la Real Casa de Correos con motivo del 40 aniversario de la Constitución
04/12/2018
Madrid, 4 de diciembre de 2018.-
Buenos días a todos, a todas:
Sr. presidente de la Comunidad de Madrid, alcaldesa, presidenta de la Asamblea de Madrid, portavoces de los grupos políticos en la Asamblea, en el Congreso, en la oposición, en el Ayuntamiento de Madrid, rectores, embajadores, Policía, Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, autoridades, señoras y señores, amigos y amigas:
Permítanme que exprese en voz alta cinco o seis ideas fundamentales en este contexto del 40 aniversario de la Constitución, fundamentales, básicas, tan básicas a mi juicio como necesarias de recordar hoy de recordar por todos nosotros.
En primer lugar celebramos el 40 aniversario de nuestra Constitución, la fiesta de todos los españoles, de las españolas, de todos los ciudadanos. Han sido los 40 años –se dice muchas ves, pero es verdad-, los 40 años mejores de la historia de España en términos de libertad, en términos de prosperidad, en términos de paz y en términos de igualdad. Por primera vez de una forma tan continuada soberanía nacional y sufragio universal han ido de la mano. Por tanto, creo que es un derecho y un deber que recordemos nuestra Constitución y que la honremos con un acto como el que celebramos aquí.
En segundo lugar, la Constitución tiene un valor fundamental. Las constituciones democráticas son la norma fundamental de convivencia que materializa la ética pública de la modernidad, la ética pública compartida, reglas, principios, deberes, instituciones, democracia como forma de gobierno, estado de derecho y derechos fundamentales.
En tercer lugar la Constitución es también una forma de vida, una forma, la mejor forma, expresión civilizatoria de la humanidad, las constituciones democráticas. Decía Pascal, y yo creo que ahí está el espíritu del constitucionalismo democrático, que la justicia y la fuerza deben ir juntas, porque la fuerza sin justicia es tiránica, y la justicia sin fuerza es impotente. Yo creo que las constituciones democráticas lo que tratan es aunar la fuerza del derecho y la justicia de los derechos y del estado de derecho.
En cuarto lugar, la Constitución se presenta también, en concreto la nuestra, la del 78, como una respuesta muy positiva a los viejos fantasmas del pasado, remoto y reciente. La forma de gobierno como una respuesta integradora a través de la monarquía parlamentaria, las relaciones Iglesia Estado, como una forma superadora del nacionalcatolicismo, del estado confesional en una sociedad democrática con la fórmula del Estado aconfesional, necesariamente al final Estado laico y con un Estado de las autonomías que responde bien al desafío territorial.
En quinto lugar, la Constitución es también una oportunidad para el futuro. Una oportunidad para los próximos 40 años, una oportunidad abierta para hacer, reformar y profundizar en sus valores, en sus principios y en sus reglas y convertirla también en una Constitución del siglo XXI. Esto exige algunas condiciones, si me permiten todos ustedes que las señale. Condiciones a mi juicio que podemos recoger de las enseñanzas de los padres de la Constitución, en el 78, y de los grupos políticos de aquel momento. En primer lugar exige lealtad constitucional, fines compartidos, ni rupturas pero tampoco retrocesos. Exige también grandeza y generosidad por parte de todos. Exige, por consiguiente, renunciar a nuestros programas máximos. La Constitución no debe ser, por tanto, el programa de ningún partido sino el marco de convivencia de todos, y esta enseñanza también la encontramos en el viejo constitucionalismo español que, como saben ustedes, también era el constitucionalismo de medio país contra el otro medio país. Tenemos que seguir en la senda de una Constitución de todos. Y en tercer lugar exige mayorías, exige vocación inclusiva para profundizar en la integración y hacerla una norma en la que todos quepamos y nos sintamos cómodos.
Por último, en sexto lugar, como sexta idea: Me parece que es fundamental recuperar una idea, que es la idea del respeto. Parece vieja, parece antigua pero es profundamente revolucionaria. Fernando de los Ríos, ministro en la Segunda República decía que España necesita la revolución del respeto; lo decía allá en los años duros, aquellos treinta. Yo creo que esa es una enseñanza que debemos aprender todos. El adversario político en democracia es adversario no es un enemigo sustancial. Las reglas del juego limpio deben recuperarse en nuestra democracia y por tanto, es un respeto a las personas, a las ideas, a las normas, a las reglas. Desterremos las fobias, recuperemos las filias y sigamos celebrando la Constitución otros 40 años. Nada más. Muchas gracias a todos por su atención